Por Carlos Aviles | Excélsior
Durante años, el Parque Hazard fue un parque solo de nombre. Aunque en los mapas figuraba como un espacio público, para los vecinos de Boyle Heights, en la ciudad de Los Ángeles, era un lugar al que se entraba con miedo.
Así lo define Fausto Guerra, un joven residente de esta zona, que ha visto la transformación de este parque de un territorio de pandillas a un oasis para jóvenes como él, niños y familias.
“Este parque es mi refugio, este lugar para patinar me mantiene enfocado en lo que quiero y lejos de las malas compañías”, asegura mientras nos muestra su talento con su tabla de cuatro ruedas. “Este parque ahora le da un sentido de comunidad a los que viven aquí cerca”, agrega.
Pero esta pequeña zona verde, ubicada justo al norte de la Autopista 10, sobre la Calle Soto, no siempre fue un lugar para jóvenes como Fausto.
Hace algunos años las canchas estaban deterioradas, los juegos oxidados y cubiertos de grafitis. Pero lo más grave no era lo físico, sino lo que ocurría ahí: el parque era un punto de encuentro para pandillas, un lugar donde se vendía droga, se resolvían conflictos con violencia y se marcaba territorio con intimidación.
Los niños no jugaban allí. Los padres evitaban pasar cerca. Era un espacio público, una larga sombra ligada a un nombre que se susurraba en las calles: “Big Hazard”.
La pandilla, nacida poco después de los años 40s y 50s, tomó su nombre del parque y se arraigó en Ramona Gardens, un proyecto de vivienda pública a solo un par de cuadras de este parque, convirtiéndose en una organización temida.
Para la década de 1980, Big Hazard no era solo un nombre, era una presencia. “Pintaban las paredes, vigilaban las esquinas y, en muchos sentidos, controlaban lo que sucedía en la comunidad”, esboza Julio Ortiz, residente de la comunidad y quien tiene a sus dos hijos en programas recreativos que ofrece el Centro de Recreación Hazard.
“La comunidad lentamente ha estado tomando control del parque. Se lo estamos regresando no solo a nuestros hijos, que ya están grandes, sino a nuestros nietos”, dijo mientras observaba a su hijo de 16 años jugar béisbol en el parque.
Precisamente el béisbol, es solo uno de las decenas de programas extracurriculares que ofrece el Parque Hazard a la comunidad.
Baloncesto, tenis, frisbee, sóftbol, fútbol sala, patinaje, skateboarding, kickball, voleibol, fitness, baile, atletismo, pickleball, fútbol americano de bandera, son solo algunos otros.
“La idea es mantenerlos ocupados, lejos de las malas influencias”, continúa comentado Ortiz. “Un niño ocupado en deporte no se mete en problemas”.
“¿Qué es lo que significa el parque para mí?”, comenta repitiendo la pregunta de este medio.
“La salvación de mis hijos, de los hijos de mis vecinos, de la comunidad”, agrega.

Una época oscura
Y es que los residentes de Boyle Heights, especialmente los que vivían en Ramona Gardens o sus alrededores sabían que la violencia no era constante, pero siempre era posible.
Big Hazard, como muchas pandillas en Los Ángeles, tenía vínculos con redes carcelarias más grandes, especialmente con la Mafia Mexicana, de acuerdo a casos documentados en las cortes. Esa conexión les proporcionó poder, pero también vigilancia. Los agentes federales se percataron. En las décadas de 1990 y 2000, grupos de trabajo allanaron casas, presentaron acusaciones formales e intentaron desmantelar la jerarquía de la pandilla.
En el 2014, varios apartamentos en Ramona Gardens fueron atacados con cócteles molotov, un incidente que atrajo la atención de las autoridades federales y locales debido a su naturaleza violenta y al perfil de los residentes afectados, familias afroamericanas.
Una comunidad resiliente

Pero la historia de Hazard Park no se trata solo de crimen. Se trata de resiliencia, afirman algunos residentes con orgullo.
En medio de las dificultades, grupos comunitarios organizaron marchas por la paz, programas juveniles y proyectos artísticos a través de los años. Pintaron graffitis con murales de cultura y resistencia.
En enero del 2015, la Universidad del Sur de California donó un millón de dólares al Centro de Recreación Hazard. La donación se destinó a una serie de mejores en el parque que incluyeron la instalación de un circuito de gimnasio al aire libre, mejoras en las canchas de tenis y baloncesto, la construcción de una zona de juegos para niños pequeños, la renovación de los baños y la creación de senderos pavimentados para las caminatas.
Además, se asignaron $1000,000 para programas deportivos juveniles y otros $100,000 para mitigar el tráfico derivado de la expansión del campus de USC.
Organizaciones locales como Legacy LA, con sede en Boyle Heights también han puesto su granito de arena, en los Proyectos de Ramona Gardens.
Fundada en el 2007, Legacy LA, surgió con la misión de ayudar a los jóvenes a romper los ciclos de violencia, ofreciendo programas de campañas de salud, la justicia social y ambiental, programas de liderazgo, apoyo académico.
En 2021, Legacy LA implementó un Programa de Salud Mental para brindar terapia y apoyo emocional, reconociendo el impacto del trauma y el estrés en los jóvenes residentes. Para 2022, reactivaron su iniciativa “A través de Nuestros Ojos”, una serie de foros dirigidos por jóvenes diseñados para mejorar la comunicación y reducir las tensiones entre la policía y la comunidad.
Mejores tiempos

Hoy, Big Hazard aún existe, pero su influencia ya no es la misma. La sombra que proyectaba se está desvaneciendo; no borrada, sino confrontada por una comunidad que se niega a dejarse definir por el miedo.
“Creo que solo ya bien tarde en la noche ya no se mira seguro, pero ahora todo está mucho mejor”, asegura don Antonio Ibarra. “Pero es mejor venir a la hora de los programas, para mis nietos eso es lo mejor que puede haber”.
Las pandillas ya no controlan el parque. En su lugar, hay shows de patinaje, ligas infantiles de fútbol, equipos de vóleibol mixto y softball, entre otros.
El parque se llena de risas, eventos comunitarios y esperanza. Donde antes se temía, ahora se sueña.
El Parque Hazard nunca dejó de ser un parque. Pero hoy, se ha transformado en un lugar para todos. Un refugio para la niñez, un punto de encuentro para la comunidad, y una prueba viviente de que ningún espacio está perdido cuando hay voluntad de cambiar.
HAZARD PARK:
Dirección: 2230 Norfolk St., Los Ángeles, CA 90033
Programas deportivos y de acondicionamiento físico
Baloncesto, tenis, frisbee, sóftbol, fútbol sala, Dodgeball, béisbol, patinaje, skateboarding, kickball, voleibol, ejercicio físico, danza, atletismo, pickleball, fútbol americano de bandera
Programas culturales
Programas extraescolares, campamentos, parques de clase,
Amenidades:
Auditorio, asadores, canchas de baloncesto (iluminadas/cubiertas), área de juegos infantiles, salón comunitario, canchas de balonmano (sin iluminación), gimnasio cubierto (sin pesas), mesas de picnic, canchas de tenis (iluminadas), sendero para correr, cocina, campo deportivo multiusos, escenario, campo de atletismo, canchas multiusos (iluminadas), área de juegos universalmente accesible (UAP)
This story was produced by American Community Media in collaboration with the Laboratory for Environmental Narrative Strategies (LENS) at UCLA as part of the Greening American Cities initiative supported by the Bezos Earth Fund. Read more stories like this by visiting the Greening Communities homepage.





